miércoles, 14 de mayo de 2008

José Mª. Amigo Zamorano: Lectura social del 'Cuaderno' de Césaire



Título en francés, en el original: Cahier d'un retour au pays natal
Rótulo en castellano: Retorno al país natal
Autor: Aimé Césaire
ILustraciones: Wifredo Lam
Grafismo: Spectre
Edita: Fundación Sinsonte
Ciudad: Zamora
AÑO: 2.007

Aimé Césaire, el poeta antillano, fundador, con Senghor y otros, del movimiento Negritud, nominado para Premio Nobel en numerosas ocasiones, murió el jueves 17 de abril de 2008. Había nacido en Basse-Pointe (Martinica) el 26 de junio de 1913. Su poemario más citado Cahier d'ún retour au pays natal (Cuaderno de un retorno al país natal) comienza a escribirlo a los 26 años en París, donde estudiaba, y lo publica, poco después, en la revista
Volontés el año de 1939. Hay otras ediciones de él en años posteriores, corregidas y aumentadas.

Para el lector castellano publicó una traducción la escritora cubana Lydia Cabrera en 1942/45? siguiendo la primera versión del 'Cuaderno', de la que, numerosos autores, hablaban y prácticamente innencontrable. Que sepamos, ninguna otra traducción a nuestro idioma se ha vuelto a hacer. Como tampoco fue reeditada, hasta que, el año pasado, 2007, lo hizo una pequeña editorial, Fundación Sinsonte, radicada en Zamora, con el título original que le puso antaño la escritora cubana, 'Retorno al país natal', pero aumentada con poemas que le agregó su autor para la edición francesa de la revista 'Presence Africaine'. Estos versos añadidos aparecen en color, para diferenciarlos de los traducidos por Lydia Cabrera, informándonos de que han sido volcados al castellano por otra cubana, Lourdes Arencibia.
Esta reedición es, sin duda, un acontecimiento cultural de primer orden. Pero nos tememos que pasará desapercibida, para el gran público, al ser, como es, esta editorial una pequeña empresa con apenas 3 o 4 títulos y con escaso poder de penetración en el mercado. Además, las grandes editoriales ya se encargarán de que no tenga ni un segundo de publicidad ya que ellas copan ordenando lo que es y no es importante, dentro de la cultura impresa.
Y por otra parte, razones de índole económica ya que el todopoderoso mercado impone su ley, no estando este tipo de literatura muy acorde con los gustos del lector de este tiempo. El amodorramiento de las masas no apetece de un libro que les haga despertar de su modorra. Y el avance del racismo en toda Europa no hará muy atractivo a este autor que, para más inri, es negro. Como lo son los pobres que quieren asaltar el paraíso europeo en pateras, cayucos... hartos de pasar hambre. Atraídos por el escaparate multicolorista de los medios de comunicación social.
Y, en llegando a las urbes, descubren que no es, todo lo que brilla, oro. Que el oro real está en manos de unos pocos. Hallan de golpe la miseria, los mendigos, las ratas que son universales y no estaban en el escaparate. Y encuentran en España a 8 millones de pobres, según las estadísticas, que no se veían en el mostrador. Y ya de paso, se enteran de que la mayor parte de los jóvenes ganan menos de 1.000 euros. Y los llaman mileuristas. Si, esos que no tendrán una casa en su puta vida. Y son autóctonos. No foráneos. Son del país. No extranjeros. Son hijos de la patria. Son de España. ¡Cazi na!
Bien, para esos jóvenes mileuristas, para esos que apenas tienen para ir tirando, pero que aun no conocen las ratas universales, ni los cartones donde se envuelven los mendigos para poder dormir un poco calientes, ni las llagas, ni el hambre hambre, para todos ellos sería muy conveniente leer esta primera obra de Aimé Césaire. Una lectura poética muy aleccionadora. Una cura de humildad. Una arcada intelectual. Les revolvería, quizás, las tripas e insuflaría un ánimo ciertamente revolucionario. Se darían cuenta que, la solo bulla rockera, no les conducirá a liberarse de sus múltiples esclavitudes. Que los matrix peliculeros deben ser ellos mismos, reunidos en muchedumbre, pero no esa 'extraña muchedumbre que no se junta, que no se rebela; hábil en descubrir el punto de castración, de fuga, de desvío', advierte Césaire; esa que 'se arrastra sobre las manos sin que jamás le venga en ganas hendir el cielo cobrando una estatura de protesta'.
Para comprender este libro haya que leerlo 'al morir el alba' (utilizamos la frase muy repetida del autor) y exclamar (como el poeta) ya desde el principio: 'lárgate, jeta de policía, cara de vaca, lárgate, odio a los lacayos del orden y a los abejones de la esperanza'. Porque no la hay, porque no existe, ahí, flotando, como una dama hermosa. Está en uno mismo como muchedumbre. Como clase de esclavos. Y cual esclavos necesitan dejar de serlo, pero para ello tienen que retornar a si mismos. Como son: una mierda jincada en un palo tomados así: uno a uno.
En el prefacio a este libro que comentamos, Lourdes Arencibia dice: 'las Antillas aparecen como el reino del engaño, la mentira, la resignación, las falsas promesas y el silencio'. Bueno, pues así se nos mostraría Europa a cada uno de nosotros, tras ese retorno al centro de cada uno, tras ese viaje introspectivo: una Europa de los mercaderes, de unos pocos, que son el Capital, donde reina la precariedad, el tente mientras cobro, la insolencia del jornalero prácticamente sin un euro, la ignorancia, estupidez y el orgullo de ser blanco, mientras se ríen, a carcajada limpia, por ejemplo, es un ejemplo, los banqueros blancos, negros, amarillos o aceitunados.
Ese viaje, es un viaje desde la altura. Al morir el alba. Al rayar el día. Desde un cielo o firmamento. En planos casi cinematográficos: la ciudad en su conjunto que se nos acerca, mostrando, cada vez más, los detalles: el barrio; la calle; las casas... hasta aterrizar de golpe: en golpe doloroso, en tremendo golpazo. Es como si bajáramos de un cielo nebuloso, o estrellado, de fantasía, hasta el áspero suelo de la tierra, dándonos una gran hostia en la cabeza; y justo precisamente 'donde derrama el mar sus inmundicias, sus gatos muertos, sus perros reventados'.
Es la primera parte de la aventura, pues nada más tocar tierra hay que proseguir el camino. Partir. Para hacerse hombre. Pero una clase de hombre especialmente sensibilizado: 'seré un hombre judío / un hombre cafre / un hombre hindú de Calcuta / un hombre de Harlem que no vota...'
Partir. 'Y regresando me diría a mi mismo: y sobre todo mi cuerpo y también mi alma, guardaos de cruzar los brazos en actitud estéril del espectador, pues la vida no es un espectáculo, un mar doloroso no es un proscenio, un hombre que grita no es un oso que danza...'
Aimé Césaire lo escribe al principio de la partida. Lo hace como principio. Pero es conclusión final de viaje. Finiquito de una jira por el mundo. Lección primera que nos da la vida: hay que comprometerse, remangarse los brazos, meter las manos en el barro, en el cieno, en el limo, en el barrizal, en el légamo... para mostrarlas en alto, al claro pentagrama del día, para que resalten. Lo hace, a su vez, con la malévola y meridiana intención de sacudir a los parados, demostrando, así, que no va a permanecer quieto, inmovilizado, inerte, sentado en el poyo, a la puerta de su casa, para ver pasar el cadáver de su enemigo. No. Quiere actuar, moverse.
Ejemplos, modelos, héroes, mártires, los tienes a paladas. Pero escoge uno: Toussaint, Toussaint Louverture. El cochero. El cochero haitiano. El cochero haitiano esclavo. Que se levantó en Haití. Que sublevó a la negrada esclava. Que la puso en pie. Y logró la primera victoria: el ser libres. 'Es mío / un hombre sólo preso de blancura / un hombre solo desafía los gritos de la muerte / blanca', aludiendo a la agonía de Toussaint, el rebelde, en la cárcel helada de Francia, donde murió, lejos de su cálida Haití natal.
Y todo el cuaderno, todo el poema en prosa son '¿Palabras? Ah si, palabras', dice Césaire. Añadiendo:'Quien no me entiende tampoco entenderá el rugido del tigre'. Y, si, todo el poema, del gran poeta antillano, de influencia surrealista, es un rugido violentísimo. Gritos, aullidos, frémitos. Porque sabe, como sabemos, y como intuyen todos los mileuristas españoles más avanzados, todos los trabajadores europeos mas conscientes, todos los asalariados del mundo con conciencia de clase, que a pesar de 'no haber inventado ni pólvora ni brújula', 'ni explorado mares ni cielos', 'se han encorvado de tanto arrodillarse' y sin embargo 'sin ellos la tierra no sería la tierra'.
'Y yo me digo Burdeos y Nantes y Liverpool / y Nueva York y San Francisco / ni un pedazo de este mundo que no lleve mi impresión digital'. Constata Aimé Césaire con orgullo.

Pero en un viaje de retorno, después del partir, en llegando no se va a poner a halagar a sus conciudadanos de la Martinica. No va a acariciar los oídos. No lo ha escrito para eso. Si lo leemos hoy, ahora, en este momento, nos quedarán prendidos en el ojal de la memoria estos versos: 'Me niego a considerar mis hinchazones como glorias verdaderas / y me río de mis antiguas imaginaciones pueriles', porque 'quiero convenir que fuimos, en todos los tiempos muy ramplones lavaplatos, limpiabotas sin embergadura, y considerando las cosas lo mejor posible, hechiceros bastante concienzudos siendo el único record indiscutible que hemos batido el de la paciencia en soportar el látigo...'.
Si, reconozcámoslo, a pesar de estar jodidos, de estar machacados por muchas horas de currelo, por menos de 1000 euros al mes, angustiados por hipotecas que cuelgan de nosotros como sogas, del dolor del cabeza cada vez que llega la letra del coche y un largo etcétera, nosotros, muchos, muchísimos de nosotros, morimos sin un lamento. Luego... hay que reconocerlo, también soportamos pacientemente el látigo.
Esto es 'cómico y feo', Aimé Césaire pone con mayúsculas la comicidad y fealdad de su acción: en alguna ocasión se ha reído de algún hermano, como nos hemos reído de nosotros mismos pensando que nos reíamos del vecino. Por eso deberíamos cambiar. Llenarnos de humildad y valentía. Y prorrumpe Césaire: '¡Hacedme rebelde a toda vanidad, pero dócil a su genio / como el puño al extremo del brazo!'; 'ha llegado el tiempo de ceñirme la cintura como un valiente. / Mas (al hacerlo) preservadme, mi corazón, de todo odio'. '¡Ved el árbol de nuestras manos! / Gira para todos', 'para todos trabaja la tierra'.
Ha encontrado su sitio Aimé Césaire. Ha hallado su lugar en el mundo. Retornado a si... : 'Y ahora estamos de pie mi país y yo, al viento los cabellos, mis manos pequeñas en su puño enorme y la fuerza no está en nosotros, sino por encima de nosotros, en una voz que perfora la noche y el oído con la agudeza de una avispa apocaliptica'. ¿Es el final del camino?...

Casi al instante se da cuenta que su lucha no termina ahí, 'pues no es cierto que la obra del hombre ha terminado', 'mas la obra del hombre apenas ha comenzado'.
Por eso, porque no ha terminado el camino, mileuristas de todos los países, uníos por encima de razas. Hay aun mucho por hacer. Ligaos todos. Decidlo con Aimé Césaire:
'Liga mi negra vibración al ombligo / del mundo. / Lígame áspera fraternidad'.

Pronunciadlo. Total, nada tenéis que perder. Porque nada tenéis. Ni tan siquiera una puta casa donde meter el culo. Seguro. A no ser que os mováis como una muchedumbre organizada. Y eso... está por ver.




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