lunes, 15 de octubre de 2012

Traductores traidores: Haute futaie (Monte alto) de Rabearivelo


Traductores traidores: Haute futaie (Monte alto) de Rabearivelo (*)

He aquí dos traducciones de un poema, 'Haute futaie', de Rabearivelo. Una de Rogelio Martínez Furé y otra de Juan Aveleira. La de Rogelio aparece en la antología 'Diwán africano. Poetas de expresión francesa', de la Editorial Arte y Literatura de La Habana (Cuba) y la otra de la edición en bilingúe de de los poemarios de poeta malgache, 'Casi sueños' y Traducido de la noche' de Editorial Hiperión.
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Je ne viens pas pour saccager les fruits (No vengo a saquear los frutos / que tiendes, en tus cimas inaccesibles, / al pueblo de las estrellas y a la tribu de los vientos / tampoco para arrancar las flores que nunca he visto, / a fin de vestirme o de ocultar alguna vergüenza que ignoro, / yo, hijo de las áridas colinas.

Pero de pronto recordé en mi último sueño / que aún estaba amarrada con las lianas de la noche / la vieja piragua de las fábulas / que todos los días hacía pasar mi infancia / de las orillas de la noche a las orillas de la mañana, / del cabo de la luna al cabo del sol.

He remado, y heme aquí en tu corazón, ¡oh montaña vegetal! / Heme aquí venido a interrogar tu silencio absoluto, / a buscar el sitio donde los vientos nacen / antes de abrir agujereadas alas entre nosotros / agujereadas por la inmensa red de los desiertos / Y de las trrampas de las ciudades habitadas.

¿Qué oigo?, ¿qué veo, oh altas arboledas? / He aquí sonidos perdidos que se reencuentran y se pierden de nuevo / como ríos subterráneos / cruzados por enormes pájaros ciegos / que arrastra la rápida corriente / para ser sepultados bajo el limo.

Es tu respiración, tu respiración profunda / y ya fatigada como la de un viejo / que trepa la cuesta de sus recuerdos / descendiendo la pendiente de días que cesarán. / Tu respiración, y la de tus innumerables pájaros, / y la de tus ramas comidas por todo un mundo apocaliptico.

¿Pero qué puedo ver en tu noche sin color / en tu noche mas eterna que la muerte de los virtuosos / y la vida de los miserables / oh gruta de hojas de la que una salida se encuentra quizás a la orilla de los mares / y la otra en el abismo del horizonte, / oh tú, que te pareces a un arcoiris que une dos continentes? 

No veré mas que el sol que se debate / como un jabalí saeteado en los montes de azur / jabalí de luz capturado en las poderosas redes / que tiendes en medio de maduros frutos y de flores duraderas, / allá arriba, allá abajo, en el extremo límite / donde el genio de la tierra y la fuerza del árbol pueden encontrarse.

Pero, mas tarde, a pesar de días tan innumerables / que tus sucesivas hojas estén ya caídas en la eternidad / aunque las noches séptuplas hayan mas de siete veces espesado la noche del tiempo, / mientras yo pueda coger las mañanas en flor / al extremo del tallo quebrado de las noches / guardaré por siempre el recuerdo de tu silencio y de tu claridad extraños.

Serán como guijarros lanzados en la arena / y recogidos por un viejo marino / que los lleva a su casa y los pone cerca del casco / de una minúscula piragua con balancín / comprada en una lejana isla que el sueño solo habita, / pero donde una cabañas bordean el mar. 

Serán mas bien como bolas de ébano, / de palo rosa o de otras especies preciosas / que colocaré sobre mi mesa / donde tu recuerdo las esculpirá pacientemente / para fetiches con ojos de vidrio, / silenciosos fetiches en medio de mis libros.

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Je ne viens pas pour saccager les fruits (No vengo aquí a desvalijarte / de  los frutos que ofreces, desde tus copas inaccesibles, / al pueblo de las estrellas y a la tribu de los vientos / ni tampoco a arrancarte esas flores / que hasta ahora no había visto, / para vestirme con ellas u ocultar alguna vergüenza que ignoro, / yo, el hijo de las colinas áridas.

Pero de pronto he recordado en mi último sueño / que la vieja piragua de las fábulas / en la que todos los días cruzaba mi niñez / de las orillas del anochecer a las orillas del alba, / del cabo de la luna al cabo del sol, / seguía amarrada con las lianas de la noche.

Y he remado hasta aquí,  hasta tu corazón, ¡oh montaña vegetal! / He venido hasta aquí a interrogar tu silencio absoluto, / a buscar el lugar donde los vientos rompen el cascarón / antes de abrir esas alas agujereadas entre los nuestros / agujereadass por la red inmensa de los desiertos / Y por los cepos de las ciudades habitadas.

¿Qué escucho? ¿Qué veo? Dime, monte alto. / Escucho sonidos perdidos que se reencuentran y que vuelven a perderse / como ríos subterráneos / cruzados por eneormes pájaros ciegos / que arrastra la corriente veloz / para ser sepultados bajo el cieno.

Escucho tu respiración, tu respiración profunda / y penosa como la de un anciano / que escala la ladera de sus sueños / mientras desciende la pendiente de los días que se agotarán. / Tu respiración, y la de tus pájaros innumerables, / y la de tus ramas ramoneadas por todo un mundo apocaliptico.

Pero ¿qué puedo ver yo en tu noche incolora, / en tu noche mas eterna que la muerte de los virtuosos / y que la vida de los miserables / oh gruta de hojas con una salida quizás al borde de los mares / y la otra en el abismo del horizonte, / oh tú semejante a un arcoiris que une a dos continentes? 

No veré sino el sol que se debate / como un jabalí alanceado en los matorrales del cielo / jabalí de luz apresado en las redes poderosas / que tú tiendes en medio de frutos maduros y de flores perennes, / allá arriba, allá abajo, en el límite extremo / donde el genio de la tierra y la fuerza del árbol pueden encontrarse.

Pero, luego, aunque días tan incontables / como tus hojas sucesivas ya hayan caído en la eternidad, / aunque las noches séptuplas hayan oscurecido siete veces mas la noche del tiempo, / mientras yo pueda coger las mañanas en flor / en la punta del tallo quebrado de los anocheceres / conservaré siempre el recuerdo de tu silencio y de tu claror extraños.

Ellos serán como guijarros arrojados a la arena / y recogidos por un viejo marino / que se los lleva a su casa y los coloca junto al casco / de una minúscula piragua de batanga / comprada en una isla lejana que solo el sueño habita, / pero donde hay cabañas al borde del mar. 

O mejor, serán como troncos de ébano, / de palo rosa o de otra esencia preciosa / que pondré sobre mi mesa / y en los que tu recuerdo esculpirá pacientemente / para fetiches de ojos cristalinos, / fetiches silenciosos en medio de mis libros.
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(*) 
http://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Joseph_Rabearivelo
(*) http://www.laurenmendinueta.com/voces-de-africa-jean-joseph-rabearivelo/

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