De las ramas de un árbol, de hojas desnudo, cuelga, en la noche fría, un colchón octogenario. Al acercarse el viajero parece que cobra vida mirando con su cara rectangular y con la boca abierta como el tonto del pueblo. Ya no espera a nadie. Se sorprende de la curiosidad del que, quieto, observa a al luz de la luna tan extraño e insólito fenómeno.
Brillan el frío y la soledad. El sonido del silencio aulla. Él caminante le da la espalda al árbol. Se aleja. Anda deprisa. Luego corre. Y corriendo comienza a llorar amargamente.... Se detiene. Mira al cielo y a la tierra. Gira en redondo. Se encuentra sólo en la noche helada. ¿Sólo? No. Manchado y arrugado está allí el colchón mirando con rotos y meados ojos. Ojos asombrados, lelos, idiotas... las cosas en penumbra.
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