miércoles, 18 de enero de 2012

El Padre de Husein o la inmersión en el olvido (2)


---Viene del anterior post

B)

Las última palabras se perdieron en el aire porque el vecino se iba alejando mientras hablaba y el mañanero caminante siguió su vereda rumbo a la nueva urbanización. 

El día era soleado, y tibio, a pesar de estar muy adentrado el mes de enero. Se dirigió, como siempre, dentro de la urbanización, hacia una diminuta cascada cuya agua procedía de arriba, de las alturas, de los tesos que se elevaban en la parte norte del témino municipal -denominado de cachondeo 'Las Huevas de Marraquest' (por los numerosos emigrantes marroquies que se habían asentado en él)- agua que se precipitaba, abriéndose paso, entre zarzales y hierbecillas, hasta una tubería subterránea que hacía las veces de cauce de un primitivo arroyo, condenado a la oscuridad para construir los chalés adosados. 

Se detenía siempre, como hemos dicho, y se detuvo ahora, contemplando el fluir cadencioso del agua, escuchando arrebatado su murmullo. Acordábase de otros arroyos, en otros tiempos lejanos de su infancia cuando soñaba con una vida risueña, libre de angustias y desasosiegos. A ambas márgenes del arroyuelo brillaba, plateado, el hielo de la helada nocturna, despertándole mas recuerdos de su niñez. 

Le costaba despegarse del agua, abandonar sus añoranzas. Se le hacía dificil allí, precisamente allí, rodeado de casas de nueva construcción que él había ayudado a levantar. Soñaba con un hogar suyo, propio. Sin tener que pagar a nadie un alquiler. Dinerito mensual que bien podría destinar a sus padres que tanto lo necesitaban y a la casa que estaba construyendo en su aldea. Como el Padre de Husein, que había dicho el vecino. Y en ese punto recordó la tristeza y desesperación del Padre de Husein en la marquesina de la parada de los autobuses tapada la cara con las manos como para no ver el mundo, para no verse parado. 

Pero el camino sigue, el paseo continúa. Como la vida. Y no es posible detenerse en recuerdos o en sueños para siempre. No son mas que eso: recuerdos de un tiempo ido que no volverá jamás, por mas que uno quiera resucitarlo. 


Está muerto. No hay manera de reanimarlo. Pero da gusto tener algunos instantes de felicidad... 


La mirada a la cascada fue, en este caso, mas corta que otras veces porque de la tubería asomó una rata que cortó en seco su éxtasis de recuerdos y ensoñaciones. Impidiendo, la fea aparición, que ahondara, o se recreara, en otra vida. 


Maldijo al bicharraco y enfurecido, rabioso, le tiró piedras y mas piedras... 

-Siempre hay ratas que le amargan a uno la vida, los sueños... -dijo en voz alta.

(Seguirá)---

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