No pierdas más el tiempo que de nada servirá. Mañana, cuando la mirada, a fuerza de buscarte más allá de los montes, más allá de la urgencia, más allá de la angustia, mas allá… haya abierto un camino a través de las rocas, como quien posee la potencia de un láser, mañana no necesitaré de ilusiones, de mejunjes, de afeites, de ungüentos, y veré por fin sin cortinajes, en toda su cruel desnudez, lo que realmente quiero: a mi amiga, la bruja orgullosa, la que me dio fuerza en la mirada en las mágicas noches de niñez estrellada o cenicienta. Y la veré humillada, vencida, suplicante como pobre mendiga, sumida en una hoya de viejas, carcamales, pellejas. Sus senos entonces tersos, frescos, abultados se ofrecerán como piras de secas carboneras ¡qué vida, tan canalla y tan puta!
Mañana, el tiempo se abrirá para descubrir vacía nuestra olla común; sí, nuestra cazuela común tan sin nada e inútil como la mano desarmada de un vencido; tan sola y desnuda que ni un puñado de mijo distraerá el baile de su hervor: con la escarcha de otoño, tras el muro derruido, se multiplicó como hongos la babosa, arrasando las huertas que, mal que bien, a pesar de algunos infames hortelanos, florecían por doquier en las solanas.
Mañana, las más hermosas nueces de Ifá que colgaban de los nogales, redondas, gordas, brillantes... se me habrán vuelto, simples almendras de palma; mañana, hoy no, que en la boca vacía, reina la risa de los dientes lustrosos, mostrados, como ropa tendida, al vecino, para darle envidia con el rítmico sonreír, no de las semillas del ñame, sino con el ñame soñado que esperan sus tripas desiertas.
Mañana, cuando el aire no esté henchido, colmado, atiborrado... como queráis decirlo... lleno, con el ruido continuado y espirituoso, de la molienda del ñame, en años, como estos, de bocas vacías; mañana, cuando ese ruido, que en los últimos tiempos, como opio del pueblo, nos ha distraído de la realidad, machacando los oídos, hasta extremos feroces, increíbles, se haya ido con ese viento helado.
Mañana, disipada la ilusión, cuando el viento sople limpio de esos mil ruidos que produce la trituración del ñame, en años, como los actuales, de tremendas ausencias; cuando sople indiferente y misericordioso, próximo y lejano a la vez, cuando nos veamos libres de la seca hojarasca, que no era mas que un burdo camuflaje para liberarnos mutuamente... si, cuando mañana, acariciando con su pureza la mirada que nos embarga, la misericordia y la cercanía, echen, como quien dice, una mano amiga y cordial, aliviadora y mansa, sobre nuestro desconsolado espíritu.
Mañana, cuando nos arañe la indiferencia, llena de brutalidad y lejanía, silbando fríamente, por entre las rendijas de nuestra interina morada, de nuestra intemperie, se burle de nosotros y (su pureza ha dejado la inocencia metida en el zurrón de la bondad) como si contemplara nuestra perentoria necesidad como una tragedia, que lo es, desde una ventana inaccesible, -qué más da, cerrada o abierta-, sople y sople, sin importarle lo que le rodea y...
Y mañana, pareciendo... pareciendo... a esas fieras que saborean de antemano la muerte de su víctima... mañana, cuando la mirada abra caminos en la roca, buscándote ansiosamente, perentoriamente, urgentemente... como tu quieras decirlo... a vida o muerte, contemplaré las mentiras substanciosas, esas de todos los días: viajeras sempiternas, por los siglos de los siglos.
Mañana veré entre otras falsedades, a la Tolerancia y al Respeto, por ejemplo, mientras preparan con minuciosidad los arañazos, limpiándose y afilándose las uñas... mentiras todos repletas, preñadas, atiborradas, colmadas... como vosotros queráis... llenas, tal vez, de laminillas de acero, -como aquella famosa "lacy dog"-, afiladas, cortantes, como cuchillas de afeitar.
Pero, mañana, una vez más, aún con el tesón de los vientos que, glaciales o simplemente helados, soplen desde el origen; aún con la decisión de continuar soplando sin misericordia; ni aún con esa constancia, ni siquiera con ese aire sin ruidos, purísimo, transparente... como tu quieras explicarlo... limpio y cruel, ellos, muchos de ellos, -sino todos-, no se percatarán de la lenta, paciente e irremisible muerte del paño.
Pero mañana, digo yo, esos jóvenes -no todos, ¡qué exageración por mi parte!- no oirán la muerte del paño. Y menos aún su lenta y dolorosa agonía, aunque luego se extrañen al comprobar que se ha convertido en mil jirones. No pierdas más el tiempo, de nada servirá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario