lunes, 30 de abril de 2007

Murió Joaquín Navarro Esteban


Joaquín Navarro, un pensamiento libre, un compañero.

Fallece a los 67 años el juez Joaquín Navarro

Yo conocí a Joaquín Navarro Esteban aunque no le traté. Militó en el PSOE (como yo) siendo diputado en las elecciones de 1977. Formó parte de la ponencia Constitucional. De esta etapa contaba (nadie más lo hizo) un hecho muy importante en la ponencia de elaboración de la Constitución. Fue relacionado al papel de las Fuerzas Armadas establecido en el artículo 8. Se estaba debatiendo en la ponencia, y entonces se les pasó, como incuestionable, por parte del Estado Mayor del Ejército su texto: "Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional" Con este texto quedaba el poso de una especie de germen golpista. Algo de lo cual se entrenó, como ensayo, el llamado 23 f con Tejero (si, seguro que recuerdan eso de: ¡Se sienten, coño!) y otros.

Luego, este juez rebelde, se reveló contra la sumisión, contra la renuncia, contra la humillación, contra la desvergüerza... Y así le fue (como a mi) de denuncia en denuncia, de multa en multa, de olvido en olvido, de ninguneo en ninguneo... es decir: la represión del sistema monárquico.

Se nos ha muerto un luchador republicano. Un hombre íntegro. Pero, España mañana será republicana. Joaquín, amigo, ¡Viva la Tercera República!

viernes, 27 de abril de 2007

1º de Mayo, Día Internacional de la Clase Obrera


Se acerca, casi se toca con las manos, el 1º de Mayo, Día Internacional de la Clase Obrera. Las ciudades y pueblos importantes se llenan de manifestantes. En muchos sitios, los manifestantes son reprimidos. Es el miedo que aún guarda el Kapital a la Klase Obrera. Yo, después de acudir, o antes, solía leerme el relato que José Martí hace de los acontecimientos sangrientos que culminaron con el ahorcamiento de los líderes del movimiento obrero en Chicago. Han pasado muchos años y aún las calles se riegan con la sangre de los trabajadores. Este año no podré leerlo pues llevé mis libros a una casa que tengo en Zamora. Miraré en Internet a ver si viene.
¿Hay motivos para guardar la llama sagrada de la insurrección y rebeldía obreras? Yo creo que si: desde la explotación usurera de los emigrantes, la precariedad, los bajos salarios, la vivienda imposible, la amenaza de guerra, la invasión de los pueblos que dicen pobres por los ejércitos de los pueblos que dicen ricos; es decir: el robo por la fuerza de esos ejércitos poderosos del Gran Capital de las riquezas de los más débiles, hacen de actualidad las reivindicaciones del 1º de Mayo. ¡No hay derecho a este ladronicio!

Recuerdo que en su relato de esos hechos que, como he dicho más arriba, terminó con el asesinato de los Héroes de Chicago, el autor recordaba unos versos del poeta alemán Heine y que, ahora mismo, voy a buscar en Google a ver si están reproducidos para ponerlos aquí.

Pues sí, ¡lo encontré! Y también un extracto de ese relato que he citado. Abajo del poema pondré la dirección:

El tejedor


De Enrique Heine

"Con los ojos secos, lúgubres, ardientes, rechinando los dientes,
se sienta en su telar el tejedor;
¡Germania vieja, tu capuz zurcimos!
Tres maldiciones en la tela urdimos;
¡Adelante, adelante el tejedor!

Maldito el falso Dios que implora en vano en invierno tirano
muerto de hambre el jayán en su obrador;
¡En vano fue la queja y la esperanza!
Al Dios que nos burló, guerra y venganza.
¡Adelante, adelante el tejedor!

¡Maldito el falso Rey del poderoso
cuyo pecho orgulloso
nuestra angustia mortal no conmovió!
¡El último doblón nos arrebata,
y como a perros luego el Rey nos mata!
¡Adelante, adelante el tejedor!

¡Maldito el falso Estado en que florece,
y como yedra crece
vasto y sin tasa el público baldón;
donde la tempestad la flor avienta
y el gusano con podre se sustenta!
¡Adelante, adelante el tejedor!

¡Corre, corre sin miedo, tela mía!
¡Corre bien, noche y día!
Tierra maldita, tierra sin honor,
con mano firme tu capuz zurcimos;
tres veces, tres la maldición urdimos:
¡Adelante, adelante el tejedor!'

jueves, 26 de abril de 2007

Memoria Histórica: las últimas mujeres condenadas a muerte por el Ejército español


Memoria Histórica: las últimas mujeres condenadas a muerte por el Ejército español


A propósito del proyecto de ley sobre la Memoria Histórica y de los muchos y eficientes foros y asociaciones por la Memoria, me llama la atención el olvido (hasta los que ejercen la Memoria tienen sus olvidos, a veces harto significativos) de los últimos Consejos de Guerra sumarísimos que el Ejército español llevó adelante en vísperas ya de la muerte de su Generalísimo. Me refiero a los que tuvieron lugar en septiembre de 1975 en Madrid, Barcelona y Burgos, a consecuencia de los cuales fueron condenados a muerte once anti-fascistas y cinco de ellos asesinados mediante fusilamiento por cuadrillas voluntarias de la Guardia Civil y de la Policía Armada. Incluso muchos jóvenes peleones de hoy en día, que saben quién es Fernando Alonso, Ronaldinho o Bustamante se las trae al pairo desconocer aquéllos hechos y aquéllos nombres. Pese a todo, gracias a ellos y a muchos otros como ellos, esos chiquitos pueden hoy votar, vender sus fanzines contestatarios en la calle, manifestarse o hacer pintadas, todo ello sin que los maten a tiros en plena calle, los torturen o los encarcelen, todo lo cual fue moneda corriente en España hasta, y aun después, de la muerte de dictador.

Pero hoy queremos limitar nuestro comentario a una circunstancia, dentro de esa última barbarie del último gobierno de Franco y del único Ejército que existía y existe en España.

Apenas dos meses antes de la muerte del gran asesino, el Ejército español condenó a muerte a dos mujeres jóvenes (no he oído nada a las feministas sobre esta circunstancia) en el segundo consejo de guerra sumarísimo que tuvo lugar en la fecha indicada, en el acuartelamiento más emblemático, El Goloso, de la División más emblemática del Ejército español, la DAC (División Acorazada Brunete).

Esas dos mujeres se llamaban María Jesús Dasca, diecinueve años entonces y Concha Tristán, veintitrés años en la época. Y una vergüenza añadida para ese Ejército: Concha Tristán estaba embarazada. Tuvo a su hija meses después, en la cárcel.

Para evitar su fusilamiento, un médico íntegro y luchador donde los hubiera en su gremio, el ginecólogo Sopeña Ibáñez (varias veces detenidos por la Brigada Político Social de Franco) certificó que María Jesús también esperaba un bebé.

El gobierno de Franco, al mando del siniestro cabecilla Arias Navarro, decidió que de los once condenados, “sólo” asesinarían a cinco, todos ellos hombres.

En la posguerra fueron muchas las mujeres condenadas a muerte y un 10%, se calcula, de los fusilados fueron mujeres. Hoy, esas dignas asociaciones a las que nos hemos referido al principio, recuperan su memoria. Y nos parece excelente.

Pero las mujeres más cercanas, las últimas condenadas por el régimen franquista, que lo fueron además en consejos de guerra (por cierto, consejos de guerra, cuando se suponía que la guerra había terminado treinta y seis años antes) parece ser que molestan a algunos, quizás a los que más se beneficiaron política y económicamente con la transición a la prevista monarquía, prevista por Franco, desde luego. A los que se hicieron oportunamente monárquicos y así siguen.

Pero en kevinvazquez hay gente que no se olvida o que investiga y pregunta. Lo cual no es poco.

(texto tomado del 'blog de Kevin Vázquez. Mear fuera del tiesto')

http://kevinvazquez.blogspot.com/

José Mª Amigo Zamorano: Derrota y Esperanza (II)


Reconocer la derrota en su misma raíz es buscar el derrotero para salir de ella; hay derroteros de muchas clases pero, este del papel, este de la palabra, este de la reflexión, no es ninguna panacea, ni el más idóneo para salir del pozo oscuro de la noche, victorioso; si bien es verdad que de momento no hay otro; bien quisieramos que fuera un inicio, por tanto, de victoria sin que sea la victoria misma.

Y esperar a que la noria pueda verter su caudal al cauce, puede condenarnos a la consunción por la espera.

Y comenzar de cero es un acto heroico, muy difícil de llevar y soportar; se necesita una temperatura adecuada y un viento propicio para que la cocción se realice: el derrotero nos señala ya el lugar donde poner la mecha; buscar la arcilla, moldear hasta que salga el cuerpo deseado, es un tanteo imprescindible; desde luego muy superior a jugar con las palabras; eso si, se puede uno manchar las manos; mas luego, hay que ponerlas inmediatamente en el pentagrama de oro como modelo surrealista de contraste.

De manera que... a remover la tierra hasta encontrarla; o... esperar a que otros nos transformen en ánforas para encerrar el vino, por ejemplo, que nosotros jamás beberemos, pero otros degustarán con deleite.
Beber en una ánfora sagrada el vino de la resurrección debe ser divino. Y también el agua que la noria extrae de los claros veneros o venerillos que aún quedan por ahí.

¿O no?

José Mª Amigo Zamorano: Derrota y Esperanza (I)


Membrar palabras como gozo, noria, rubor -alba en suma- sería como reírse un poco de uno mismo.

Hoy, cuando el calabobos, la mollizna, el sirimiri, el orvallo... en fin, como queráis nombrar a la llovizna... que horadaba la firmedumbre de las rocas, ha sido derrotada por gotas de sombría incertidumbre, hablar de la luz es, como poco, impertinente.

Y digo impertinente con la conciencia clara de que son palabras impertinentes y además desterradas.

Eso si, sé que están prendidas al ojal de la amanecida y un día serán, para el alma de los desterrados, como enjambradas mariposas volando hacia un horizonte arcoirisado que, hoy por hoy, aquí y ahora, nos pregonan perdido para siempre.

Por eso, precisamente por eso, digo que son impertinentes.

Punto y aparte es una frase muy radical, pero... algún punto y aparte hay que poner, sino resulta demasiado estomagante el parrafo.

El puerto es una cárcel cerrada -celosamente enrejada- que guarnece la ruindad del tiempo gris de la derrota; gris, como la misma luz de las farolas que iluminan sus fachadas grises.

De modo que, repito, semejantes palabras, son una verdadera burla al tiempo presente, como un insulto muy gordo; y, según como se miré, podría sonar a bellísima canción al compararla con el pregón de bahorrinas que -en la larga y oscura noche de vomitonas (deyectas, por cierto)- anuncia el claustrado amanecer en este tiempo gris de las derrotas.

 

miércoles, 25 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Amapolarse

Poema antiesclavista:

__________

Se amapolaban los remeros.
Se amapolaron.
No llegaban a tiempo
¡Ay!, no llegaron.

Pregonad el rubor señorial de los remeros
que no llegaron a tiempo
de la carraña.

¡Oh, presagio inverecundo: ven brotar
el caudaloso Mississippi
en Calabar.

Pulsad los balafones en las salinas de Taudeni,
para que dancen los cauries de nostalgia
por el desequido mar.

Si peregrináis al rubor doñeguil de los remeros
que no llegaron al tiempo de la carraña,
veréis llorar su castado corazón.

¡Ay! No llegaban a tiempo

¡Ay! No llegaron.

Se amapolaban los remeros.

Se amapolaron.


José Mª Amigo Zamorano: Cosmogonía

Su cosmos
está

edificado

con fracturas
que disimula
maravillosamente

con su canto.
Engalana
el espacio, su materia,
con su trino.
Cimenta
su destino
con ráfagas
amargas
y radiantes.
Así construye,
así edifica,
con ingrediente etéreo,
como yo,
como todo aquel
que está fraguado
con los sueños
de las mariposas,
la libertad
que se va

rápidamente;
y nadie afirmaría
que su sueño

está falsificado
por un cendal de notas
que esconde
su destino

singular:
renacer en el viento.

José Mª Amigo Zamorano: ¡Glotones!

--¡Una oveja para el sacrificio! -voceaban unos. --¡Una oveja para el sacrificio! -chillaban otros. ---¡Una oveja para el sacrificio! -se animaban gritando los demás.

Gritaban y gritaban y gritaban... hasta casi desgarrarse la garganta. Los ojos, como platos, les bailaban en las órbitas, imaginando ya el festín del sacrificio en recuerdo y homenaje al fallecido.

--Una oveja para el sacrificio, que nosotros comeremos -decían- comeremos de nuevo, vorazmente, ávidamente... como queráis expresarlo... nos da igual... pero con muchísimo gusto.

--¡Ya!... Luego, finalmente, y también con mucho gusto, placer, satisfacción... o como queráis decirlo... a ella si que le da igual... la tierra nos tragará a todos... ¡Ah, yo que ella, sentiría el goce del escalofrío, el goce!

martes, 24 de abril de 2007

Neruda: Oda al Cactus de la Costa



Un día
para ti,
para todos,
saldrá
desde tu corazón un rayo rojo,
florecerás también una mañana:
no te ha olvidado hermano,
hermana
no te ha olvidado,
no
la primavera:
yo te lo digo
yo te lo aseguro
porque el cacto terrible,
el erizado
hijo de las arenas
conversando
conmigo
me encargó este mensaje
para tu corazón desconsolado.
Y ahora
te lo digo
y me lo digo:
hermano, hermana,
espera,
estoy seguro:

No nos olvidará la primavera

Pablo Neruda

José Mª Amigo Zamorano: Pintar el Alba


Si vamos a pintar el alba, con colores de igualdad, de libertad y fraternidad,
iremos todos juntos en la amanecida; la pintaremos con calma, con mucha calma,
pues si la molestamos con rayajos, con borragatos, se irá.
Y entonces...
entonces ya no pintamos nada.

lunes, 23 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Deambular

Tal vez
deambular por la ciudad,
como por entre la niebla,
e ir tocando las cosas
que de pronto aparecen
y conversar con ellas
de mil cosas insulsas,
sea la labor del romero... Tal vez.
Tal vez
no necesitemos mas
que ese horizonte neblinoso
cuajado de sustancias inasibles,
fugaces parpadeos
hundiendo su luz
en el negro abismo
del que brotaron... Tal vez.
Tal vez
sea inútil buscar
un asidero (mano o pasos)
mas allá de lo apreciable
a simple vista y con la luz
que desde el semáforo
nos viene ya diciendo
que el horizonte se cierra... Tal vez.
Y tal vez
detrás de este semáforo
no haya mas que otro,
pero los que caminan ahora
llevan en los ojos manantiales
donde enjuagar su sed
para seguir buscando;
se esperan en el recodo
del camino sin impaciencia;
se conocen y quieren
una ciudad más clara
libre de nieblas y de abismos.

domingo, 22 de abril de 2007

Emilio Prados: Gemir de mayo


¿Quién llora bajo la piedra?

-La luz que aprieta

¿Quién bajo el agua ligera?

-La luz que lleva.

¿Quién sobre el alto lucero?

-La luz de sueño.

¿Quién, con la lluvia canta?

-Es la esperanza.



Ya mueven las alamedas,

lentas, sus ramas.

Ya el jazmín su flor prepara,

y ya la luna se niebla

y el oro por nieve cambia...



¿Quién gime bajo la sombra?

-La luz del alba.


Emilio Prados

('Jardín cerrado')

sábado, 21 de abril de 2007

Rabemananjara: ANTSA


La cabeza vuelta al alba naciente,
un pie sobre el ombligo del poniente,
y el tirso
plantado en el corazón desnudo del Sur
yo bailaré, oh querida,
bailaré la danza-relámpago
de los cazadores de reptiles
¡Madagascar!

Jacques Rabemananjara
(Mientras esperaba a que se cumpliera la condena a muerte, 1947)

RABEARIVELO: 'Otro Nacimiento del Día'


No se sabe si es del Este o del Oeste
de donde surgió la llamada primera;
pero ahora
en sus cabañas atravesadas por estrellas
y por otras tenebrosas azagayas,
los gallos se enumeran,
soplan en las caracolas marinas
y se responden de todas partes
hasta el regreso del que fue a dormir en el océano
que va a su encuentro con canciones
empapadas por las perlas del rocío.


Jean-Joseph Rabearivelo
(Presque-Songes)

viernes, 20 de abril de 2007

Agustín García Calvo: 'Por tierras de Toledo'

¡Una palabra!
Siempre la misma, siempre
otra palabra.
Las sirenas del aire
la cantaban.


El que la oyó
sobre el quebrar del alba,
tarde escapó del llano,
tarde podrá olvidarla.


Agustín García calvo
('Del tren'. La Gaya Ciencia, Barcelona, 1976)

jueves, 19 de abril de 2007

Chester Himes: 'Un Ciego con una Pistola'

Chester Himes:

'... y por último pensé que toda violencia desorganizada
es como un ciego con una pistola'

(de la novela 'Un ciego con una pistola')

___________

Para una selección literaria con el racismo

miércoles, 18 de abril de 2007

Chester Himes: 'Un Ciego con una Pistola'


Párrafo con el racismo

___________

Chester Himes
...
*Supongo que han descubierto quién empezó el desorden -dijo Andersen.
*Siempre supimos quién fue -dijo Grave Digger.
*Pero no podemos hacer nada -agregó Coffin Ed.
*¿Y por que no?
*Está muerto -contestó Coffin Ed.
*¿Quién?
*Lincoln -replicó Grave Digger.
*No debió liberarnos si no quería darnos de comer -opinó Coffin Ed- Cualquiera pudo habérselo dicho.
*...
*Muy bien, muy bien, ¿quién es el culpable esta noche, aquí, en Harlem?, ¿quién incita a esta gente a la anarquía insensata?
*La piel -dijo Grave Digger.


Chester Himes

('Un Ciego con una Pistola', pag. 158. Ed. Bruguera, 1978)

domingo, 15 de abril de 2007

La Fosa Común

Texto tomado del blog 'Algo que declarar'

del poeta asturiano David González:


"Esta mañana estuve en una Fosa. En una Fosa Común. Que, en realidad, son cuatro. Cuatro Fosas Comunes. En ellas están enterradas las víctimas de la represión franquista. Un poco más allá está el paredón donde a muchas de dichas víctimas las fusilaron. Cuando yo llegué a la Fosa, junto a Luís Pascual (presidente del Ateneo Obrero de Gijón) para preparar el equipo de sonido para el acto en homenaje a dichas víctimas así como también en homenaje al 76 aniversario de la II República Española que tendría lugar a eso del mediodía, aún había poca gente. Sin embargo, ante la Fosa Común 3 había una anciana (que había venido desde Santander) que le estaba hablando a alguien enterrado en la Fosa Común 3. Le estaba diciendo, su voz empañada por la emoción, sus ojos a punto de empezar a disparar lágrimas, le estaba diciendo: ¡Cómo te mataron, amor mío! ¡Cómo te mataron, amor, a ti, con lo bueno que eras!...Después de la ofrenda floral, cuando me llegó el turno de leer un poema, leí el poema de mi abuelo, Tinta, y mientras lo estaba leyendo pensaba en la mujer de Santander: ¡Cómo te mataron, amor mío, con lo bueno que tú eras!...y comprendí, como luego dije (aunque más brevemente) al terminar de leer el poema, comprendí que ahora sí que mi abuelo y todas las víctimas enterradas en las 4 Fosas Comunes y todas las que aún siguen enterradas en Fosas Desconocidas, todos ellos se habían convertido finalmente en tinta, pero en tinta de la buena, la tinta con la que se escribe la historia de la gente buena, sencilla y trabajadora, la tinta de la historia y la tinta de la literatura, una tinta que permanece y permanecerá indeleble en nuestra memoria para siempre, y luego añadí: que ellos, los asesinos, los represores, también se habían convertido en tinta, más bien en un borrón, en una mancha que ensuciaría ya para siempre una de las páginas recientes de la historia de este país, y que ellos, los represores, los asesinos, siempre serían recordados como eso, como lo que fueron: como unos asesinos...Y ahora que no estoy en el cementerio, sino aquí en casa, me gustaría darle más intensidad a la última frase, que quedaría así: y que ellos, los represores, los asesinos, siempre serían recordados como eso, como lo que fueron: como unos asesinos, como unos putos cobardes asesinos de mierda.
Luego sonó el Himno de la República (el mismo que sonó durante el Open de Australia de tenis de hace unos años en representación de los tenistas españoles) y después de cantar la Internacional frente al paredón donde fusilaron a tanta gente que ni se sabe, unos cuantos nos acercamos hasta la tumba de la escritora Rosario Acuña. Es una tumba hermosa. En la tierra. Rodeada de hierba bien cuidada. Pero lo mejor: a sus pies, de la tierra, crecían tres plantas, plantas con claveles (creo que eran claveles), cada planta con claveles de un color, pero todos juntos, todos los colores juntos, los tres colores, dispuestos de la forma en que brotaban de la tierra configuraban una bandera: LA BANDERA REPUBLICANA."


YO AQUÍ NO PUEDO TRAER LAS FLORES QUE CITA EL POETA DAVID GONZÁLEZ DE LA TUMBA DE LA ESCRITORA, PERO PUDE PONERLE ESTA FOTO CON ESTA NIÑA SÍMBOLO DE UNA NUEVA PRIMAVERA QUE VENDRÁ RADIANTE Y REPUBLICANA



viernes, 13 de abril de 2007

14 de Abril: ¡Viva la Repúblika!


Manifestación en Madrid



kontra la Monarkía y su Konstitución

– 14 de Abril de 2007-



Manifestación de Cibeles a Sol



A las seis de la tarde



¡España, mañana, será republikana!

miércoles, 11 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 35: FIN... por ahora

35. FIN... por ahora


El color violáceo del vino, su olor, el marrón de la jarra, los grados del vino, que se le habían subido a la cabeza, y las palabras de Omar invitándoles a rezar en nombre del amor, consiguieron secuestrar a Rusten de la bodega y encerrarlo en la celda de sus recuerdos.

Bebía como ausente.

La parte más espiritual de él estaba en otra parte. Las manos pasaban una y otra vez desde la boca hasta el asiento de la jarra.

Y suspiraba viéndola ahí, presente, cerca de él, en la orilla del arroyo, cerca del prado donde pastaban las vacas; jugaba con ella; le había escondido un pañuelo y él lo buscaba en el cuerpo de ella; le agarraba por detrás los hombros y bajaba sus manos a lo largo de los brazos de ella; suaves como la seda; temblaban como campanas sonoras; y temblando abrió sus manos dejando caer el pañuelo y reía azorada...

Levanta la vista de la jarra posándola como un orate en sus amigos; mirando sin ver. Ellos siguen hablando, si bien no dejan de percatarse que algo le pasa...

Retornan sus ojos al vino de la jarra y se contempla reflejado en él; la mesa se mueve; tiembla la jarra; el líquido desfigura su rostro; y, cuando reaparece, es ella quien lo mira moribunda en el muladar; rostro violáceo, labios violáceos, ojos violáceos; tiembla de frío, de pena, de horror, de asco, de nostalgia; musitan los labios; lo oye:

--"¡Ay, Rustem, Rustem, ¿por qué te he abandonado?"

Los ojos manan lagrimas que siembran todo el muladar de violetas; aprieta las violetas como quien lleva un ramo de ofrenda; las acerca a olerlas; el fuerte olor del vino joven le hace recobrar un poco la conciencia; dice en voz alta:

--Lo mismo que yo me hallo ahora, ensombrecido el rostro por preocupaciones amorosas, pensando en esa mujer de la que está esclavizado mi pensamiento... así, antaño, este jarro, modelado en la arcilla por las manos del sensible alfarero -y pasa el dedo por la superficie de la jarra- fue un triste amante prendido de la cabellera de una dama.

Me diréis que por qué digo esto: mirad, mirad, contemplad su asa; ¿¡la veis!?... ese asa, ha sido, sin duda, el brazo que rodeó y acarició mil veces el blanquísimo cuello de una mujer, para él la más querida.

Bebió todo el contenido de la jarra. La abrazó. Colocó su cabeza junto a la jarra y se puso a dormir la mona.

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 34



34.

Y Omar Khayyam dijo y estas son sus palabras:



--¡Ah, si fuese posible vivir en el reposo! ¡Si con solo alargar la mano obtuviéramos el fruto de la vid! ¡Si tomáramos las uvas sin esfuerzo alguno! ¡Ah, si existiese un final conocido, gratificante, placentero, en esta larga ruta, en este prolongado y ancho camino! ¡Si después de mil años le fuera dable al hombre resurgir de la tierra, igual que nace el césped! ¡Ah, si esto fuera posible!...

martes, 10 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 33


33

En la tertulia de la bodega de Al-Jalil, alguien recordó a aquel amigo nuestro de la escuela coránica. Y yo, uno de la tertulia bodeguera, amigo de Omar Khayyam, y de los otros, lo voy a relatar a mi manera:

A pesar de lo niños que éramos, intuíamos que el compañero aquel, tan dulce, tan pálido, tan tierno, tan bueno, no iba a seguir mucho con nosotros; alguien lo tenía destinado para él y se lo quería llevar.

Le enviaba mensajes que, de vez en cuando, nos enseñaba; era en la lengua; era unos signos que cambiaban casi diariamente; nos admirábamos y algo de envidia nos entraba pues a nosotros nadie nos mandaba nada.
Nosotros le queríamos; y sentíamos una suave inquietud cuando jugábamos con él; y nos comportábamos de manera distinta cuando estábamos con él; y, por supuesto, no queríamos que se marchara y menos que nadie se lo llevara secuestrado.

A pesar de los años transcurridos lo recuerdo como si fuera ahora mismo; era... ¿cómo describirlo?... de algodón, pero perfumado, daba gusto olerlo.

Decía que, cuando jugábamos con él, nos portábamos de distinto modo que cuando lo hacíamos entre nosotros mismos. Puede ser, porque temíamos tocarlo con rudeza por si se nos estrujaba o exprimía y luego desapareciera como el olor del perfume.

Pero no se fue tan pronto; tardó en irse; su muerte... nos dolió a todos.
Recuerdo ese día, en su casa, en la que nunca había entrado; toda reluciente como una tacita de plata; un poco oscura; contrastaba con el ataúd tan blanco y tan pequeño; y él, ahí, metido, como un gnomo dormido...
Y no sé por qué, después del entierro, recordamos las marcas de su lengua que él nos enseñaba; aparecían y desaparecían, misteriosamente.

Estábamos, ahora, más convencidos de que eran mensajes enviados por un poderoso señor, avisándole de cuándo lo iba a llevar a su mansión; tan viva fue nuestra creencia que llegó a convertirse en obsesión enfermiza; estábamos convencidos que el sepulcro del cementerio, donde lo habían llevado, era la puerta que comunicaba a esa morada de ese gran señor; y, después de rondar meses, alrededor del cementerio, un día nos decidimos a entrar en él; como uno de la pandilla era hijo del sepulturero, cogió las llaves del cementerio y del sepulcro a su padre.
Muertos de miedo, por los muertos, nos introducimos en el cementerio y luego en el sepulcro; y, efectivamente, no estaba solo: había una calavera, huesos, y polvo, pero no hallamos la puerta de acceso a la mansión señorial que nosotros imaginábamos.

Recuerdo que, entonces, Omar Khayyam nos dijo:

--Fijaos bien, yo creo, mirad lo que os digo, que, ni el más beodo -y con la borrachera más grande vista- de entre los hombres, casi semiinconsciente -es decir: haciendo eses por calles y campos, y a punto de caerse a tierra, como un árbol talado- osaría destrozar una copa llena, hasta los bordes, de vino y de vida. Pues, no sé si sabe él, borracho o cuerdo, pero sabemos todos, ¡cuántos bellos rostros y cuántos cuerpos perfectos han quedado convertidos en polvo!; y todo... ¿por qué, para qué, para quién?...

lunes, 9 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 32


32.
Y Omar Khayyam añadió a su amigo:

De igual manera que una linterna mágica, que enfocándonos nos iluminara, es esta Rueda en torno de la cual vamos todos girando sin cesar... por si no lo habíais entendido, estas son las partes de las que está compuesta: la lámpara de la linterna, es el sol; la pantalla, hacia donde se dirigen sus rayos, el mundo; y nosotros... nosotros... nosotros, da vergüenza hasta deccirlo, las imágenes que, cual monigotes se mueven, pasan y desaparecen.

domingo, 8 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 31

31.

Muchos días que Rustem no fue por la taberna. Contaron que, muy sigilosamente, casi a escondidas, había montado en su yegua hacia un lugar desconocido. Luego, que lo vieron volver con cara de enfermo, llorando; que se había encerrado en casa y no quería recibir a nadie.

Todo esto había sucedido en Primavera, como ahora, del año pasado.

Un día, a primeros de verano, llamó alguien a casa de Omar Khayyam. Era Rustem. Y en su rostro no asomaba lágrima, ni enfermedad alguna. Estaba radiante. Sonreía. Eso le sorprendió a Omar. Y se lo dijo:

--Ya, ya, pero lo he pasado mal, muy mal.

--¿Lo has pasado? Pues, lo pasado, pasado. Yo te veo bien.

--Si, ahora, si.

--Pasa a la terraza y siéntate. Vamos a beber unos vasos de vino.

Desde ella se veía el ir y venir de los campesinos, muy atareados por el comienzo de la recogida de la cosecha: en una tierra segaban la cebada, en otra recogían algarrobas, más allá regaban el maíz; por un camino se veía venir un carro lleno de bálago; en unas eras desparramaban la mies, o trillaban...

--Me contaron que te fuiste por ahí, sin decirle nada a nadie.

--Me dio un repente. Y me marche al lugar donde había caído muerta la mujer que tanto quise. Hablé con gentes de aquel pueblo. Entablé amistades y algunos me llevaron al sitio. Horrible. Era un muladar... Ironías del destino... en ese momento florecían... allí mismo... violetas...
Se le mudó el color de la cara. Se le humedecieron los ojos. Omar lo miraba pensativo:

--Te lo he dicho más veces... y te lo repetiré miles de veces más: no renuncies al vino Rustem... Anda, bebe otra vez. Mientras te sea posible... Yo, algunas veces, antes de acercar la copa a mis labios le digo a mi amada: "Voy a tomarme un trago de optimismo"... Y me bebo una copa... ¡Oh, lamentaciones sin cuento se sucederían sin el dorado o morado brebaje venenoso!

Rustem le escuchaba y bebía con ganas, con ansiedad, casi con pasión. Desbordaba de alegría, después del mal trago, comulgando con las palabras del amigo.

--Mira el jardín. ¿Tú crees, ahora que la rosa entreabre sus capullos y canta desbordando de alegría el pájaro en la enramada; ahora que, como quien dice, comienza la aurora; ahora que brillan apetitosos los colores de los racimos en las viñas... Tu crees... que es el momento propicio a la renuncia?

--No.

--Pues bebamos.

sábado, 7 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 30


30.

Pensando en su antiguo amigo Hassam el Sabbat que, desde el Alamut, luchaba por la pureza del Islam, Omar Khayyam se puso a escribir una rubayata; y antes de pasarla al papel pronuncia, en voz alta, el primer verso de la cuarteta:

--Decimos que esa copa tiene en si finura, armonía, belleza, que es una copa artística...

Y le vinieron a la boca esas palabras de una manera natural, recordando la copa de barro que le había regalado su amigo el alfarero. Fue la vez aquella, cuando le ofreció su asiento y él comenzó a moldear la arcilla que su amigo había colocado.

Pasado algún tiempo volvió a visitarlo y, ya terminada, se la regaló. Había bebido en ella. Había posado con suavidad sus labios en el borde, extrayendo la secreta máxima de sabiduría que en ella se encierra. En esa copa el vino sabía mejor, ¡Donde va a parar!

--... La Razón encuentra miles de conceptos para admirarla: y miles de sensaciones nos embargan cuando pasamos los labios y besamos su frente, como si fuera nuestra amada, con amor. Pero un día, un día, un día...

Aquí se paró poniéndose un tanto triste. Y es que, no se le olvida, fue un día en el cual le comunicaron que, a su amigo Rustem, le habían cortado la pierna. Se lo dijeron así, de sopetón. Estaba con ella en la mano y se le cayó al suelo, sorprendido por la noticia.

--... el Tiempo, loco alfarero, más ido que un garbanzal, toma esta copa bellísima, de formas armónicas, de finura exquisita, que, antaño, el Tiempo modeló, y, sin saber por qué, se divierte rompiéndola en mil pedazos.

viernes, 6 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 29


29

Al-Jalil tenía clavado en su corazón la tristeza de Fátima, su compañera. Cuando iba llegando a casa se preguntaba si le habría ocurrido algo. La veía languidecer y envejecer. Lo había hecho varios años en poco tiempo. A veces se preguntaba si habría hecho bien alejándola de su mundo. Y no estaba seguro de la respuesta.

Habían venido de la ciudad cuando se le quebró a ella la voz. Fue una tragedia hasta en el escenario. Desde entonces no volvió a cantar.

¡Cómo cambian las cosas! Formaban, antaño, un dúo muy bien compenetrado. Eran vitoreados y aplaudidos cada vez que actuaban en plazas, mercados, teatros... incluso en palacios de personas de la nobleza. En todos los lugares fueron admirados. Y sentían parte de ellos mismos los saludos, los abrazos, los aplausos, las felicitaciones, los agasajos...

Pero aquello se acabó; y de repente: un día en un mercado se le rompió el hilo musical que hasta ese momento había salido limpio y potente de su garganta. Lloró ante el público y en casa. El intentó consolarla pero… en balde… no levantaba el animo… al revés… cada vez se hundía más.

Por eso decidió apartarla del ambiente; tal vez, al no ver los rostros de las gentes, al no ver las calles, las plazas... que la vieran triunfar, se le olvidaría su anterior vida, rehaciendo otra nueva.

No había servido de nada. Se mustiaba como las flores a pasos agigantados. Y se le agriaba su carácter.

Era, a veces, casi inaguantable.

De modo que, aunque él la quería muchísimo, demoraba la llegada a casa y se salía pronto de ella; entre la bodega que había comprado y la tertulia de los amigos, con Omar a la cabeza, pasaba los días.

Y las Rubayatas que, de cuando en cuando, Omar Khayyam les leía, eran un bálsamo para su vida; precisamente, una de ellas se la dedicó a él; era, como todas, de valor universal pero él la personalizó pues parecía que la había calcado de su vida; decía así:

--Por desgracia, el tiempo, inexorable, va fluyendo. Lo vemos por los estragos producidos en las cosas y los hombres; y si no, decidme, por ejemplo, ¿qué fue de Bagdad y de Balk?... Y es que un leve roce puede destruir a la suave y delicada rosa. Bebe, amigo, bebe, y, al contemplar las miles de estrellas que brillan, allá en el firmamento, medita en las culturas que se tragó el desierto.

jueves, 5 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 28

28

Pasa los dedos de su mano, por las hojas que tenía la primera cepa de la viña por donde entró; los sarmientos se arrastraban, alargándose, delgados y nudosos, cubiertos de hojas; algunos racimos, acá y allá, del sarmiento, con su peso, lo acercan aún mas a la tierra; cerca del tronco de la cepa, los racimos, se espesan, arrimándose a él protegidos por las hojas.

Coge un racimo, sin arrancarlo; lo sostiene en la palma de la mano, con cariño, como el padre hace con su hijo recién nacido. Prueba una uva. Aún está en agraz. Pero ya va notando el paladar, entre lo agrio, lo dulce.

Buena cosecha para la vendimia. No habrá toneles suficientes en las bodegas. Y un buen vino se alcanzará en la cuba.

--En los campos brotó la vid; las filas de cepas cubrieron por doquier llanos y colinas; brillaban al sol, moradas o doradas, las uvas; desde entonces, yo, como hombre, de todo tiempo y lugar, me vi prendido de su olor y ungido por su esencia.
Se adentra en la viña. En algunos lugares es tan frondosa que casi le cubre. De pronto se tira en la tierra queriéndola abrazar. Se retuerce, tumbado en ella, todo lo largo que es. La coge entre sus manos. La besa. Quiere abrazarla. Luego se da la vuelta y, mirando al cielo limpio, azul, purísimo, se sumerge en él como el sediento en el agua.

--¡Escuchad!, ¡oidme bien, amig@s! Aunque se ría de mi el Derviche, por mi facha de campesino desaliñado y torpe, sin embargo, con mi metal plebeyo, puedo hacerle una llave con la que pueda abrir, el almacén donde se guarda el ánimo; la necesitará, no acbe duda, cuando aúlle su alma, aterrorizada, en los primeros peldaños de la cuesta que inicia el ascenso: el último repecho del tramo postrero.
...........................................................................................
Tengo derecho a un alto:
La Zamba Del Riego, de Quilapayún

Composição: Armando Tejada Gómez - Óscar Matus

Por el guaymallén
El duende del agua va
Llevando una flor
De greda y dulzor
Que despertará en el riego
La voz vegetal
Del huarpe que está
Dormido en su paz mineral.
Se va tu caudal
Por el valle labrador
Y al amanecer
Se oye, padecer
La pena del surco ajeno
Verano y rigor
Va de sol a sol
La sombra del vendimiador.
Dorada zamba del riego,
El agua te cantará
Cuando ande en la voz
Del vino cantor
La vendimia de mi pueblo
Y suba un rumor
De acequia y canción
Por el rumbo agrario del sol.
Solar regador
Tonada del totoral
La luna rural
Te ha visto regar
El sueño de mis abuelos
Y luego entonar
Con el regador
El vino sufrido del peón.
Canal fundador
Algún día bajarás
Trayendo en tu voz
De menta y cedrón,
Tonadas de vino nuevo
Y entonces te irás
Conmigo a cantar
Cogollos de amor y de paz.

martes, 3 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam


Un padre como dios manda

Por la calle corta de nuestro pueblo, que más parece un callejón, esa que llaman 'Abrazamozas', cuyas paredes muestran nuestra historia por los diferentes materiales con que ha sido construida -se explicaba Al-Jalil- el barro pardo, el ladrillo rojo, las amarillentas piedras areniscas carcomidas o los mas recientes de bloques de hormigón cenicientos... viene, en la tarde sofocante del verano, un hombre, gafas oscuras, ya entrado en años y que porta, en la mano derecha, una garrafa y, en la izquierda, una bolsa.

Desde una calleja transversal alguien le grita:


-- ¡Hatamí!, ¿dónde vas con la calor que hace? ¡Te vas a achicharrar, hombre!

-- Pues mira, Al-Jalil... a la bodega. Allí se estará bien –responde a voces sin pararse.

-- Ya se ve que viene tu hijo de vacaciones.

-- Así es. Bueno, Al-Jalil, hasta luego. Perdona que no me entretenga, pero, por Alá el Misericordioso, hace tanto calor…

Hatamí que decía que iba a la bodega, ya sabéis, es de pequeña estatura, regordete; y lleva un turbante de color gris, faldón gris, camisa gris y zapatillas grises. Todo gris. Hasta su expresión era gris, menuda, tímida. Pero... por dentro ¡ah, por dentro! estaba arcoirisado, radiante, exultante.

Tan alegre que se salía de si. Era verdad que había pasado parte del invierno y toda la primavera deprimido. Una desazón, un desasosiego, le había carcomido la moral hasta casi derrotarlo. Afortunadamente... eso había pasado. Su hijo vendría de vacaciones dentro de unas horas (tres escasas, pensó) y como, nada más bajar del coche, le gustaba ir a la bodega... iba a poner el candil, preparar la mesa, colocar unos chorizos en ella, sacar unas guindillas avinagradas de la vasija de barro... Llenaría la garrafa de vino para llevarla a casa y darle unos litros a Fátima, la mujer de Al-Jalil, que soy yo, que tan bien se portaba con él; luego enjuagar dos jarras de vino y llenarlas... Pero no, las jarras las dejaría que las llenara él, su hijo, ¡faltaría mas!... Le gustaba retorcer la espita para que se oyera el chirrido que producía al rozar con el canuto de la cuba... y, cómo no, el ruido del chorro del vino al salir de la cuba y dar en el fondo de la jarra. Recordaba que solía decirle:

--Padre, ¿se da cuenta cómo va cambiando el sonido a medida que se llena la jarra?

Tapaba el agujero. Acercaba la jarra a la nariz y aspiraba exclamando:

--Esto es fluido de dioses, padre. Y la espuma, el adorno. Pétalos blancos para que no se vaya la esencia. ¡Divino!

Llegó a la puerta de la bodega. Sacó la llave. Abrió. Se pasó la mano por la frente.

--La verdad: calienta de cojones.

Tenía razón el Hatamí. Miró alrededor. Algunas plantas habían crecido a los lados de la puerta. Entre ellas varias de diferentes cardos. En la parte norte había musgo medio seco.

Olía a humedad y a vino. Los peldaños de la bodega estaban un poco resbaladizos. Tuvo que agarrarse a un saliente de la pared para no caer. Reconoció que ya no estaba en condiciones de bajar con la rapidez de antes a la bodega; que tenía que andarse con cuidado; eso sí: un sacrificio por los hijos siempre se hace; pero con tino, sin pasarse de rosca no vaya a chirriar como la espita.

Bien sabía él que ese resbalón se debía a que había perdido mucha agilidad en esos meses que le duró la depresión. Apenas había salido de casa. Pero ya estaba curado. Y no iba a dejar que por un pequeño traspiés se hundiera otra vez en el abismo, en esa bodega oscura y tenebrosa que había sido el obsesivo recuerdo de su esposa muerta y del hijo trabajando lejos del lar paterno. ¿Qué diría su hijo si lo viera decaído?... Y su nuera... ¿qué impresión se llevaría?... Por cierto... ¿cómo sería?... Una hermosa hembra, sin duda. Y cariñosa como la madre que había parido a su hijo. No pudo reprimir unas lágrimas al recordar a su esposa.

Siguió bajando peldaños hasta llegar a la plataforma donde se podían apreciar, débilmente, arrimados a las paredes, cubas, garrafas, botellas y vasijas de barro. Todo un poco desordenado.

Puso la bombilla. Limpió la mesa. Ordenó el desorden. Vio la tarea realizada y estuvo de acuerdo con ella. Luego miró la luz que se filtraba por la puerta de la bodega: quedaba aún tiempo para que llegara el hijo con la nuera. ¿Qué mejor sitio donde recibirlos sino allí?... La Fátima se encargaría de avisarles dónde estaba él. Aunque su hijo se lo imaginaría enseguida.

La bodega era como su segundo nacimiento. Por eso siempre estaba tan a gusto en ella. Su segundo nacimiento. Efectivamente. No se le olvida el suceso. Y entonces siente como un estremecimiento: había bajado con su hijo a limpiar las cubas; había que hacerlo antes de meter otra vez las uvas de la reciente cosecha; era un trabajo que se hacía desde hacía muchos años; y nunca pasaba nada; pero esa vez su hijo, que había entrado en la cuba más grande, no salía de ella; lo llamó; nada; silencio...

Inmediatamente supo lo que había pasado; y con rapidez, sin perder un instante, saltó, se subió hasta la abertura y se metió él en la cuba: su hijo estaba inconsciente, se había mareado; eran los gases venenosos que produce la cuba; si no lo sacaba rápido se moriría; con gran esfuerzo lo logró llevar hasta el agujero de la abertura de la cuba para que respirara; poco a poco volvió en si... ¡qué mal lo pasó! Con razón su hijo les decía a todos los amigos que iban a merendar a la bodega que era su segunda cuna.

Por eso consideraba este un sitio apropiado para recibir a su nuera. Y así entablaría conversación con ella. Además, entre que subía, cerraba, bajaba la cuesta y subía la otra que hay hasta su casa se pasaría el tiempo. Tardaría mucho más. Se sentó. Miró al otro lado de la mesa y en voz alta dijo:

--¿Por qué no nos tomamos un trago de optimismo mientras viene mi vástago? ¿Estás de acuerdo? ¿Si? ¡Pues venga!

Se levantó. Destapó la cuba. Llenó la jarra. Volvió a sentarse. Sacó el chorizo de la bolsa y puso las guindillas al lado. Acercó la jarra a los labios...

-- ¡Hatami! ¡Hatami! – se oyó arriba. Era la Fátima, mi mujercita.

-- ¿Han venido ya?... ¿Por qué no le has dicho que estaba aquí?...

-- ¡Hatami!... ¡Me oyes!...

--Si, si. Te oigo.

-- Que dice tú hijo que no lo esperes. A última hora han decidido ir a veranear a la playa. Que ya vendrá otro día. Más tarde. Que te cuides. Que te quiere mucho.

-- ¡Vale, Fátima!

Se bebió un largo trago de vino.

-- ¡A tu salud, hijo mío! Me cuidaré. No hay más remedio. Si no me cuido yo no me cuida nadie.

Las lágrimas resbalaban por su cara, lentamente.

--Nos hemos quedado todos un poco tristes.

--Para remediarlo habría que contar otra que no fuera así... Digo...

--¡Ah!... ¡Ya sé!

lunes, 2 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 27


27.
Meditando en la Bodega

Y, ¿qué otra cosa puede haber mejor que beber en la bodega con los amigos?...
Era mas que una pregunta la afirmación de una verdad íntimamente sentida. Esto iba pensando el poeta Omar Khayyam mientras bajaba los escalones de la bodega de Al-Jalil.

--Oídme bien, vosotros, que sois mis amigos...

--Omar, no grites tanto, ya te oímos; si sigues a sí se va a caer la bodega y después ¿dónde bebemos?

--Lo que os quería decir es que cuando muera...

--¡Qué perra! Oye, Omar, espérate un poco a morirte; espera, por lo menos, a que nos sentemos, abramos la espita, llenemos la jarra y bebamos.
--¡Eso! Después te mueres cuando quieras...

Soltaron la carcajada mientras bajaban los escalones de la bodega.
Olía a vino, a humedad y a moho. Las paredes brillaban como si tuvieran una capa de cristal: era la humedad de siglos concentrada en la cara de las rocas. La escalera estaba desgastada en el centro de los peldaños por miles de pies. Y dificultaba la bajada.
Omar Khayyam, a quien agarraba Rustem para no caerse con su pata de palo resbaló, y a punto estuvo de caer llevando consigo a su amigo.

--¿Qué te pasa? ¿Te has propuesto morirte antes de que nos inundemos con vino?

--¡Qué gracioso!... Al-Jalil, lo que tenías es que arreglar los escalones. Gastas menos que rezas y te va castigar el divino Alá.

--Tú, no hables tanto, Rustem, que para bajar a tú bodega hay que saltar como monos. Y, ten cuidado, pues con tu pata chula, un día la diñas y a no tardar, antes que Omar.

Rustem, que acababa de llegar al descansillo de la bodega, le contestó con un suspiro de alivio diciéndole:

--Mi escalera está perfecta.

Y diciendo esto se sentó en la piedra que sujetaba una de las cubas.

Al-Jalil encendió unos candiles. Poco a poco se fueron sentando entre bromas, mientras él abría la espita de una cuba y llenaba una jarra de vino tinto espumeante hasta el borde. El olor del vino era un aroma que solo ellos olían y les llegaba no a la nariz sino a la boca que comenzaba a relamerse. Se sentó. Después del primer trago invitaron a Omar Khayyam a que continuara su charla sobre la muerte.

--Os decía que cuando me muera...

--Perdona, antes de que sigas, ¿hay algo después de la muerte?

--Algo debe haber

--Pero... ¿qué?

--Otro estado de ser.

--Eso ¿qué quiere decir? Explícate, si es que sabes.

--Lo que sé es lo que observo; por ejemplo: a mi se me murió la burra, ¿recordáis? y la enterré en una parcela en la que luego sembré trigo; pues bien: en el mismo lugar creció el trigo más alto, más verde y más fuerte; cuando lo segué en el verano las espigas se diferenciaban considerablemente del resto.

--O sea, que nosotros tenemos algo de burros -saltó Al-Jalil y todos se echaron a reír, menos Omar que le preguntó la razón de su salida.

--Pues claro: hemos comido el pan, luego parte de burra está con nosotros.

--Estará en ti, que cuando hablas, relinchas -replicó uno; y continuaron riéndose.

--No, no os riáis, tiene algo de razón: la burra se transformó en trigo y del trigo... ahora es algo nuestro: ha cambiado de estado.

--Es difícil de entender lo que dices.

--Bueno, vamos a dejar de hablar de esto... Omar te hemos interrumpido varias veces...

--Son cosas mías: quiero que cuando me muera, me lavéis con vino.

--¡Yo!

--No, tú no; con tus manazas le harías daño.

--Si. Que sea él; vosotros sois testigos: que sin contemplaciones me restriegue bien... O sino... hacedlo todos y rezáis

--¡Ah, no! ¿Rezar yo?... Ni hablar.

--Quiero decir que recéis en nombre de la rebeldía, del amor y de las copas...

--¿Para qué esperar a la muerte? -dijo Al-Jalil- recemos en nombre de las copas -y sirvió más vino.

--Luego, cuando venga el Día del Juicio...

--Si tu no crees...

--Da igual; en cualquier caso, si viniere, y queréis encontrarme... estaré en el umbral de la taberna... como todos los días.

--Omar... yo me pregunto... ¿tú vas a morir?... ¡no!... entonces... ¿qué hacemos, como unos bobos, hablando de esto?... Bebamos... que todos somos hermanos...

--Por cierto, ¿os acordáis del padre de Jatami?... -preguntó Jalil- Os voy a contar lo que le sucedió con su hijo... el que se marchó a la ciudad...

-respondió uno.

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 26


26.

Omar Khayyam, embriagado por la vida que va desarrollando los fugaces instantes, como siempre, la goza sin que ningún dolor físico le atenace en estos momentos; está ahí, junto a su hermosa dama, a la sombra de los parrales que enverdecen el rincón mas alto de su jardín; desde allí restriega sus ojos con el paisaje: hoy ha amanecido soleado; solo algunas nubes dan unas pinceladas algodonosas al cielo azul; un viento suave las va empujando hacia las viñas ensombreciéndolas y aclarándolas sucesivamente; el verde claro de los brotes, en las cepas, destaca, de cuando en cuando, poniendo unos puntos blanquecinos; el claro-oscuro de este día primaveral refleja, fielmente, la fugacidad de la estancia del individuo sobre la tierra: nace iluminado y, de pronto, es empujado por el viento de la historia, con minúscula, hacia el reino de las sombras para no volver nunca, jamás; y de la misma forma que la luz y la oscuridad desaparecen sin dejar rastro, así la vida singular se va concluyendo en la nada del individuo.


Rodea, Omar Khayyam, con un brazo el cuello de su amada y, con la mano del otro brazo, ase el vaso de vino y se lo lleva a los labios; vaso que, tal vez, no se sabe, antaño, fue parte de otro hombre que, como él, rodeaba el cuello de bien amada, contemplando el paisaje y pensando como si no existiese; Omar Khayyam sabe que, en este mundo, que es la vida, todo concluye (salvo para los que viven de estériles quimeras) en la nada sin remedio; y, lo más probable, es que el otro también supiera algo de eso y gozara, al igual que el gran poeta persa, exprimiendo el jugo de esta uva transitoria.